La implantación de áreas spa en sus múltiples variaciones se ha
convertido en una realidad del presente, que además apunta
hacia una evidente expansión en el futuro dentro de diferentes
sectores, desde el hotelero o el puramente lúdico, hasta el
estrictamente relacionado con el bienestar y la salud.
Al hilo de éste último y como alusión al significado inicial de las
siglas SPA, “Salus Per Aquam”, que no debería olvidarse en
ningún momento, cabe destacar que la actividad de este tipo de
superficies está centrada en la utilización del elemento agua en
toda clase de aplicaciones y tratamientos, buscando conseguir
relajación, bienestar, pero sobre todo, salud, que es donde
desemboca cualquier mejora en el organismo.
Una vez pasado el periodo inicial de entusiasmo propio de
cualquier actividad novedosa, como ha significado el
resurgimiento de una auténtica cultura del agua de orígenes
milenarios, el sector spa atraviesa una etapa en la que corre el
riesgo de ser cuestionado. Los elevados consumos, tanto de
energía, como de agua proveniente de la red general, son
factores inexistentes en los balnearios de aguas termales, que en
su gran mayoría contaban y cuentan con una fuente inagotable
y suficientes reservas.
Por ello, no sólo estaríamos hablando de salud personal, sino
también de salud ambiental, concepto que hoy necesariamente
debe estar presente en toda actividad, estando ante una, muy
sensible a cualquier incidencia en el consumo. Al depender de
un suministro público, cualquier alteración en el mismo puede
suponer una afección directa sobre el adecuado funcionamiento
de cualquier superficie spa.
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